La Organización Mundial de la Salud (OMS), el mismo día que clasificó de pandemia a la Covid-19, en voz de su director general Tedros Adhanom Ghebreyesus, expresó su «profunda preocupación por los niveles alarmantes de inacción».
Claro que el nuevo coronavirus, con su carga letal, la Covid-19, mata. No distingue entre ricos y pobres y, justamente como no hace esa diferencia, alcanza una magnitud mediática igual de «pandémica» que la propia enfermedad. Pero ante ella, la soga también se rompe por el lado más débil, por aquellos que no tienen casi nada, y que mueren en mucho mayor cantidad, no precisamente por el nuevo patógeno.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), el mismo día que clasificó de pandemia a la Covid-19, en voz de su director general Tedros Adhanom Ghebreyesus, expresó su «profunda preocupación por los niveles alarmantes de inacción».
El pasado 9 de marzo, dos fechas antes de que la OMS elevara la calificación de la Covid-19, ese órgano de las Naciones Unidas hizo público un gráfico que causa espanto. La información recoge los fallecimientos que se producen por día (sí, cada 24 horas) en el mundo por 26 dolencias.
Esa lista, realizada por el Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades de la OMS, asusta y deja a la humanidad tan desprovista, o más, que frente a la propia Covid-19 (en esa relación ocupa el lugar 16), pues los males son anteriores a este, y la peor noticia es que persistirán por la presencia del virus más mortal que padece la humanidad: la desigualdad.
Hoy Cuba, una de las naciones que reportó la pasada semana la presencia de Covid-19 en tres turistas italianos, y un ciudadano cubano, tiene desplegado su Plan de Prevención y Control, elaborado con la debida anticipación y la participación de su pueblo, ese que fue capaz de detectar la sospecha en los visitantes contagiados.
Es la misma Cuba con más de 28 000 cooperantes de salud en 61 naciones, la que lucha a brazo partido por la vida de cada uno de sus ciudadanos, la que no sufre de las enfermedades que aparecen en el gráfico de la OMS, y la que, sin embargo, es perseguida por sanar a los demás.
Su sistema de salud, anclado en la prevención y sembrado desde el nivel primario, en la comunidad, le da fortalezas, pero no se confía y no baja la guardia ante la Covid-19. Son esos preceptos, y la voluntad política de su proyecto social, los que preservan el más elemental derecho humano que es la vida, aun cuando Estados Unidos le niega medicinas para salvarla. Pero aun así, hostigada, bloqueada y agredida por un tsunami de fracasadas medidas imperiales, ha eliminado muchas de esas letales dolencias que aparecen en el cuadro de la OMS, con un sistema de vacunación temprana contra esos padecimientos.
Y como no se detiene, ganará la batalla con la vanguardia que significan, en este tipo de combate, el médico de la familia, los grupos básicos de trabajo, los delegados de circunscripciones y los presidentes de consejos populares, entre otros, porque al decir del Presidente Miguel Díaz-Canel, son los eslabones que, en la base, inciden en el triunfo de la vigilancia y de la información oportuna.
(fuente: Granma)