AL MUERTO NO SE LE DA VIDA #SomosCuba

Por: Javier López Fernández*

Hay una persona muy querida que cuando en el deporte se ofrece oportunidad al contrario que pierde, utiliza una frase locuaz que reza: “al muerto no se le da vida”. La utilizaré esta vez, en calidad de préstamo para tratar un tema de naturaleza política. Sé que no se molestará, pues por “mis asuntos” entrega hasta la vida, así que tomar la “célebre” frase de marras no hará mella en la relación de más de 25 años.

El asunto que la trae a colación anda circulando desde hace unos días por las redes sociales, es un texto que toca el tema “de siempre” con cierta solemnidad y carácter histórico: los “sacrificados héroes” de la contrarrevolución cubana. El panfleto comienza por el dichoso tema de la bandera y el uso que da a la enseña nacional un supuesto artista o apostata cubano para expresar su “amor mediático e idílico”, aunque la idea que trasmite (el performance) la coloca en calidad de “trapo”. Como es lógico, el nombre del susodicho no será mencionado por aquello de “al muerto…”.

“Laura Pausini cubre su cuerpo con la bandera cubana y eso es simpatía con Cuba, no desacato y ultraje”. Así comienza @Orlando Justo su alegato “rememorativo” de una serie de sujetos que de múltiples formas han “jugado” en el cotizado equipo contrario, el de la contrarrevolución, financiada por los poderosos mentores yankes y entrenados por la CIA y otras agencias.

Así el texto cubre de halagos y adjudicaciones heráldicas a otros tantos apóstatas a los que no les daré vida. Desde mi perspectiva no es necesario hacerlo, porque de haber ganado el partido hubiesen llevado a Cuba a situaciones extremas y complicadas.

Cuenta en la lista a personas tan engañosas como el poeta inválido al que la seguridad cubana, en uso de las facultades que hicieron caminar a Lázaro con un simple “levántate y anda”, hicieron llegar por sus pies al avión que lo llevaría al paraíso; también habla del condecorado apátrida que, en su doble juego, recibió honores de “su oficial operativo” con una flamante medalla en el pecho y emocionado expresó, en perfecta pose militar, “a la orden” (también arte); reseña las acciones del profeta que lamentablemente en un accidente de tránsito sesgó su vida… para terminar dando aire al “repartidor de golpes”, el mesiánico que hizo famoso a Quiñones.

Entonces ¿qué trata de ofrecer este artículo? Simplemente una enmarañada relación de ideas, cuyo objetivo es fabricar héroes y ofrecerlos a la juventud frescos y lozanos, confundir y extorsionar las mentes de quienes no vivieron, por la corta edad, un largo proceso contrarrevolucionario que mutiló o dejó sin vida a ciento de cubanos: el Escambray, Girón, Barbados y tantos nombres como no es posible reseñar en un texto escrito para ser leído de forma sucinta.

Remueve la consciencia pensar que la oposición pagada con la nómina de la CIA sea considerada casta heroica, que organizaciones como la FNCA y su brazo armado, en perennes actos y operaciones subversivas —cubiertas y encubiertas— plenas de entreguismo, hayan intentado comprometer la independencia y soberanía de nuestra nación.

“Al muerto no se le da vida”, el partido se juega crudo. Si nos hacemos de miel nos comen. A los jóvenes hay que explicarles. También resolver sin tibiezas los problemas que a lo interno dañan la revolución, particularmente, a esa autocontrarrevolución a la que nos condena el inmovilismo de algunos en quienes el bloqueo ha hecho mellas en la percepción de la realidad y la posibilidad de oportunas decisiones.

Si estás ideas no acompañan el estudio y la difusión de la verdadera historia, la construida por el pueblo a lo largo de 60 años, poco se puede hacer con el discurso, que ya no sería patriótico, sino patriotero. Le haríamos el juego más fácil al equipo contrario.

Un detalle: no somos perfectos, jamás lo hemos dicho y menos aún pretendido, hemos cometido errores y no estamos excentos de cometer otros, porque, sencillamente, amén de acusaciones de “copismos” históricos y que alguno u otro se nos pegara, esta fue, es y será, en toda su esencia, una Revolución autóctona y hecha impensablemente a 180 kilómetros del imperio más poderoso del mundo, contra el que, además, libramos una guerra sucia desde hace más de 60 años.

Somos una plaza sitiada y, a diferencia de otros pueblos en la historia universal en similares condiciones de hostilidad, jamás se ha torturado, asesinado o desaparecido a ningún compatriota por pensar diferente, aun cuando en su diferencia hayan aupado el estrangulamiento del país o la mismísima intervención armada del imperio.

Queda mucho por hacer y la juventud cubana es noble y tiene valores. Vamos por ellos, porque ir por ellos es igual a garantizar, sin más, la continuidad histórica.

Por ejemplo, demos la oportunidad a los jóvenes talentos que crean por amor y convicción y, muchas veces, no reconocemos o visualizamos porque el posicionamiento de “otros” quedaría en tela de juicio (cosas de la naturaleza humana y la competencia).

Estoy convencido que en ese “team” de pinos nuevos muchos harán, con toda seguridad, de la bandera cubana un verdadero símbolo de arte y cultura, de entrega y amor, contrario a la necesidad de copiar, pegar o inducir a leer artículos contrarrevolucionarios por insatisfacciones.

*Profesor Investigador en la UH, antes fue Vicerrector de Investigaciones y Decano de la Facultad de Ciencias Técnicas de la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz. (Nota del editor)

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